La vida del empleado gastronómico no siempre es fácil. Muchas veces cuando uno dice que es cocinero - en los casos mas humildes ya que a muchos les gusta decir que son Chefs, cuando en realidad este es un termino francés para designar al jefe de la cocina y no a cualquier ñato que estudió dos años en una escuela de cocina- la gente nos imagina como aquellos cocineros mas conocidos que hacen lo suyo en la TV, usan gorros altos, escriben en alguna revista y venden libros a mansalva. Todo completamente alejado de la realidad ya que lamentablemente los salarios en la cocina y la gastronomía en general no son del todo bueno lo cual genera que muchos de los que trabajan en este rubro tengan que incrementar sus ingresos con alguna changa o hasta incluso un segundo trabajo.
Alberto, cocinero de Deriva es un fiel ejemplo de lo que digo. Trabaja por las noches en este restaurante, pero de lunes a viernes hace de cocinero en un “bolichin” que vende sándwiches, minutas y ensaladas sobre la colectora a la altura de panamericana. Ever, mozo del mismo restaurante, vende flores que su suegro cultiva en un campo del sur de Buenos Aires siendo Deriva uno de sus máximos compradores. Pablito, el pastelero, da clases de guitarra y trompeta por las tardes ya que su actividad preferida (Skater profesional) no le da mas que algo de ropa que DC, uno de sus sponsors, le provee cada mes.
Y así puedo seguir enumerando a los que ya no están como por ejemplo Estanislao que por cuenta propia hacía un que otro evento en el catering de su primo, o Edgar, también cocinero, que lavaba autos a domicilio, o Carlos, quien dictaba clases de cocina en un instituto de Palermo.
Santiago, ex bachero, pasaba las mañanas en un aserradero del Tigre por lo cual llegaba mas cansado de lo que se iba y otro, del cual no me acuerdo ni el nombre, era camionero aunque lamentaba haber perdido el “Moyano” (así le llamaba al registro de camiones) a causa de una embriaguez.
Y para terminar, mientras Leandro, el jefe de cocina, intenta sumar horas de vuelo para llegar algún día a ser piloto comercial y poder vivir de lo que realmente le apasiona yo por mi parte doy vueltas en mi cabeza con un par de ideas que todavía por H o por B no logro llevar a la práctica.
Pero quien sin dudas se lleva todos los premios, las miradas, los aplausos y la atención es Pablo Valentino, proveedor “oficial” de aceite de Deriva. El mismo que nos trae todos los viernes bidones de 20 litros de aceite de girasol y bidones de 5 litros de aceite de Oliva, según él de primera calidad, divide su tiempo como guitarrista de CAE y su banda tributo a Bon Jovi.
En el año 2002 participó del programa “Quiero ser famoso por un día” donde ganó un viaje a México para conocer a su ídolo.
1 comentario:
jajaja excelente. Me había olvidado de ese programa. En la fabrica hay un pibe muy parecido a esta historia. De 8 a 18 labura en administración de ventas, y después toca y canta en una banda de metal.
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