Descubrí que el trabajo en la cocina, si bien tiene muchas cosas malas como horarios, francos, agotamiento físico y demás, hay una cosa que lo diferencia de los trabajos “convencionales”.
Si bien puede que este muy alejado de la realidad me imagino a un administrativo, esos afortunados que trabajan de Lunes a Viernes, de 10 a 18 h, en pleno ajetreo laboral atendiendo el teléfono que no para de sonar, respondiendo mails a mansalva, o recibiendo a compañeros, clientes y proveedores siempre con un problema nuevo bajo el brazo. Me lo imagino en un escritorio lleno de papeles y carpetas con tareas pendientes y la cabeza que le trabaja a mil revoluciones sin darle aunque sea un respiro para salir a comer, fumar un cigarrillo, tomar un café o si quiera levantarse para ir al baño.
En cambio en la cocina, un ámbito laboral que no descansa y en donde estamos parados y en constante movimiento las ocho horas de la jornada, con presiones y el acoso del tiempo que siempre nos corre, hay momentos - que los eh llamado Pensar en Nada- que no todos pueden disfrutar. Momentos que creo escasean en oficinas, estudios, y otros reductos laborales donde si bien muchas veces tienen tiempo de revisar mails personales, leer cuan diario deportivo hay en Internet, dar vueltas descalzo y hasta llegar e irse del trabajo cuando se les antoje, seguro nunca tendrán tiempo para pensar en nada.
Son momentos en que me despojo de toda responsabilidad, libero mi mente y me paro frente a un cajón de pollo para deshuesar, unas cajas de langostinos o calamares para limpiar, kilos de lechugas para lavar o una bolsa de papas para pelar y se que por los próximos 60 minutos aprox. nada ni nadie se atreverá a interrumpirme. Tanto mis manos como la tabla y el cuchillo que estoy usando ya están sucios. La tarea, de movimientos monótonos, repetitivos y casi automáticos, una vez empezada debe ser terminada. Los langostinos, los pollos, las papas peladas, las lechugas limpias y los calamares no pueden pasar mucho tiempo fuera de la heladera y mucho menos congelarse y descongelarse a piacere, así que por ese tiempo pasaré a ser un órgano independiente en el sistema, totalmente excluido y prescindible.
Son esos momentos en que aprovecho para liberarme de cualquier stress mental y dedicar mi cabeza, al menos por el tiempo que dure esa ardua pero placentera tarea, a pensar en cualquier otra cosa o simplemente en nada.
(este post, por ejemplo, fue escrito en mi cabeza en uno de esos momentos)
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